A raíz de otra magnífica entrada de Arturo Goicoechea en su blog, titulada ¡Al Enemigo ni agua! en la que expone, como ha hecho otras veces, que considerar a los pacientes diagnosticados de fibromialgia como enfermos acrecenta la sensación del mismo de estar enfermo, me permito hacer la siguiente afirmación: Diagnosticar de Fibromialgia perjudica al paciente.
Muchos dirán que esto no tiene sentido, que un diagnóstico no puede ser ni bueno ni malo. Es un poco atrevido pero a la luz de los acontecimientos, etiquetar a una persona con una enfermedad que lo que hace aumentar esa enfermedad me parece peligroso, yatrogénico e indeseable por tanto.
La fibromialgia es un estado de hipersensibilidad central, es decir que los estímulos (presiones, golpes, esfuerzos o simplemente posturas) que a otras personas su cerebro no les avisa de que exista peligro alguno, a estas personas un error en la interpretación de las señales y en la predicción de riesgo por parte del cerebro, les ocasiona el dolor y los síntomas propios de esta “enfermedad“. De manera que ponerle a una persona, cuyo cerebro actúa de esta manera tan molesta e innecesaria, la etiqueta de “enfermedad incurable“, me parece de judgado de guardia, como se suele decir.
Cuando nos encontremos con un/a paciente que sufre este mal no debemos aumentar su problema diciéndole que su “enfermedad” no tiene solución y que no se sabe de donde viene, ni a donde va. Esto solo conseguirá aumentar su angustia y empeorar sus síntomas. Además NO es así, es cierto que no podemos saber en cada caso particular porque se ha ocasionado, son muchos factores, experiencias dolorosas vividas, previsiones de riesgo, miedos, factores socioeconómicos; al parecer hay algunas predisposiciones genéticas.. pero si el desencadenante es una hiperexcitabilidad del sistema nervioso, más allá de preocuparnos por el origen primero(que también) debemos cuidar los estímulos que le damos a ese sistema nervioso “mal ajustado”.
Poner a una persona la etiqueta de “fibromialgica” no hace más que alimentar el problema y la percepción de enfermedad de estas personas. Debemos entender y hacerles entender que su dolor es real, que no es lo mismo daño que dolor, y que no hay relación directa entre lo uno y lo otro, que el dolor es algo más complejo, en el que influyen muchos otros factores. Y ofrecerle una solución, y esta está en la plasticidad cerebral, el cerebro está en contínuo cambio y modificación, y las conductas, y hábitos aprendidos que desencadenan el dolor se pueden “desaprender” y cambiar por otros positivos.
Hay esperanza y solución para un problema de percepción como este y etiquetarlo como enfermedad no ayuda, aunque no deja de ser un problema que reduce la calidad de vida del que lo padece y que requiere solución y un tratamiento adecuado. Esta vez, sin pastillas.
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